Lalo Schifrin, una vida de jazz y cine de Buenos Aires a Hollywood

El compositor de 'Misión Imposible' y muchas otras bandas sonoras fue uno de los maestros que revolucionó la música en los 60 y 70.

Se completa una obra maestra del cine de aventuras

Lalo  Schifrin, durante una presentación en el Lincoln Center en Nueva York en 2005.
Lalo Schifrin, durante una presentación en el Lincoln Center en Nueva York en 2005. / Rogers & Cowan / Efe

¿Cuándo conocimos a Lalo Schifrin, el genial intérprete y compositor argentino-estadounidense de jazz y música de cine, fallecido el pasado día 26 a los 91 años? Quizás fue en un cine, en Sevilla, si no recuerdo mal, en el Palacio Central, donde el 7 de marzo de 1966 se estrenó El rey del juego, su primera película importante. Aunque lo más seguro es que la mayoría lo conociera en la salita de estar de sus casas, frente a un Telefunken, un PYE o un Grundig en blanco y negro, el 17 de septiembre de 1966 en el que empezó a emitirse Misión Imposible, cuya extraordinaria sintonía -que las producciones de Tom Cruise han mantenido en primer plano hasta hoy- junto a otros temas de fondo fue compuesta por él. Una obra maestra absoluta de inmensa influencia. Conservo el single de 1968 con dos temas –Misión Imposible y El complot- que demuestra, porque la edición discográfica de la música de series de televisión era rarísima en España, su éxito.

En los dos años siguientes sus composiciones para las muy populares La leyenda del indomable (1967) y Bullit (1968) lo consagraron en el cine. Después vendrían Los violentos de Kelly (1970) y sus colaboraciones con Eastwood en Harry el sucio y El seductor (1971), Joe Kidd (1972), Harry el fuerte (1973) o Impacto súbito (1983), además de Operación Dragón (1973), Ha llegado el Águila (1976), El viaje de los malditos (1976) o Terror en Amityville (1979). Sin olvidar sus trabajos para televisión componiendo las sintonías y temas de fondo para Mannix (1967), Centro médico (1969) o Starsky y Hutch (1973).

El triunfo en Hollywood fue una etapa más de una carrera de éxitos, en el entorno relativamente más minoritario del jazz, iniciado en su Buenos Aires natal, en París y en Nueva York. En 1955 formó un grupo de jazz, en el que participó su amigo Waldo de los Ríos. En 1956 llegó su gran oportunidad: conoció a Dizzie Gillespie durante una gira por Argentina en la que le acompañaba Quincy Jones. Cuenta la leyenda, y quizás también la historia, que Gillespie, Jones, Schifrin y Astor Piazzola tocaron juntos en una jam session. El caso es que, interesado por el talento del joven pianista, arreglista y compositor argentino, Gillespie le invitó a que compusiera una pieza para él. Schifrin compuso y orquestó la suite Gillespiana, que el jazzista integró en su repertorio y grabó en 1960. Ese año se trasladó a Nueva York, donde Gillespie, que había disuelto su banda, le ofreció el puesto de pianista en su nuevo quinteto. Para él compuso su segunda pieza extensa, The New Continent, que Gillespie grabó en 1962. Cada vez más conocido y apreciado en los ambientes del jazz, en 1963 grabó como pianista el álbum Buenos Aires Blues con Johnny Hodges, el saxo alto de la orquesta de Duke Ellington. Ese mismo año partió para Hollywood contratado por Metro Goldwyn Mayer, sin que ello supusiera abandonar sus conciertos o grabaciones con Stan Getz, Cannonball Adderley, Count Basie o Astor Piazzola.

El jazz se había ido imponiendo poco a poco en Hollywood a lo largo de los años 50 por obra de Alex North (Un tranvía llamado deseo, 1951), Elmer Bernstein (El hombre del brazo de oro, 1955), Franz Waxman (La ventana indiscreta, 1954), Johnny Mandel (¡Quiero vivir!, 1958), Henry Mancini (Sed de mal, 1958) o Duke Ellignton (Anatomía de un asesinato, 1959). Y había estallado definitivamente en 1961 con los dos Oscar -mejor música y mejor canción- conseguidos por Henry Mancini con Desayuno con diamantes.

El gusto del público había cambiado, una nueva generación de directores se imponía y el recurso a las músicas de mayor éxito -jazz suave, pop, rock- fundidas con arreglos orquestales en la tradición del jazz con cuerdas, movió a la industria a descartar el viejo sinfonismo y apostar por jóvenes compositores procedentes del jazz: a Mancini se sumaron Jerry Fielding, que debutó en cine en 1962, Quincy Jones, Lalo Schifrin o Burt Bacharach, que debutaron en 1964 y 1965. A ellos se sumaron los eclécticos Elmer Bernstein o Jerry Goldsmith que se movían con soltura entre lo sinfónico, el jazz y el pop.

Este fue el universo musical en el que triunfó Lalo Schifrin sobre todo en los años 60 y 70. En los 80 fue retirándose progresivamente del cine: sus títulos más populares fueron tres entregas de la serie Roush Hour/Hora punta entre 1998 y 2007, y el de mayor interés musical Tango de Carlos Saura (1998). Se dedicó fundamentalmente a proseguir con la composición y edición de álbumes de jazz/pop/rock de éxito, actividad que nunca abandonó, enlazando sus Rock Requiem (1971), Black Widow (1973), Towering Toccata (1976) o No One Home (1979) con Jazz Meets the Symphony (1993, serie que prolongó en seis discos hasta 2011), Jazz Mass (1998) o Latin Jazz Suite (1999). Retomando también su carrera concertística en las vertientes del jazz o la música de cine.

Fue nominado a los Grammy 22 veces, ganándolo dos, y seis veces a los Oscar, obteniendo el de honor en 2018. Era uno de los grandes del jazz y de la música de cine. Y el último de los maestros surgidos en los años 60.

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