El banquillo del Nuevo Colombino, una trituradora de entrenadores

Hasta 12 técnicos han pasado por Huelva en los últimos ocho años y solo dos completaron una temporada

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Carlos Pouso, en su etapa como técnico del Recreativo.
Carlos Pouso, en su etapa como técnico del Recreativo. / Rafa Del Barrio

El Recreativo de Huelva se encuentra inmerso en la búsqueda de un entrenador que dirija la nave del equipo durante la temporada 25/26. Raúl Galbarro apunta a volver de nuevo al Atlético Onubense, al que sacó del descenso y a punto estuvo de meterlo en el playoff de ascenso, por lo que el banquillo del Nuevo Colombino espera nuevo inquilino.

No lo tendrá fácil. Huelva es una plaza muy complicada por muchos factores. Una de ellas es la continua presión con la que se trabaja. En estas categorías, el Recreativo opta siempre a cotas altas y cualquier tropiezo se mira con lupa. Por ello, el próximo entrenador del Decano deberá ser consciente de que este no es un club cualquiera y, por tanto, se exigen resultados casi de inmediato.

Dicha responsabilidad ha llevado a que el Nuevo Colombino sea una constante trituradora de entrenadores. Raro es aquel que complete una temporada en los últimos años. Incluso ha habido tres campañas -esta que acaba de terminar es un ejemplo- en el que han pasado hasta tres técnicos distintos. Obviamente, en dos de ellas no se consiguió el objetivo y el equipo acabó descendiendo. Solo en una se evitó el desastre con una plantilla digna de acabar mucho más arriba.

Así las cosas, en los últimos ocho años han pasado hasta 12 entrenadores distintos por el Recreativo de Huelva. Precisamente, la 17/18 fue la primera reciente en contar con tres preparadores distintos. Inició el curso un inexperto Javier Casquero que fue cesado en noviembre. Tomó el relevo su segundo, Ángel López, encadenando cuatro victorias consecutivas que elevaron considerablemente el ánimo de una afición disgustada por los resultados de los últimos años. No obstante, el efecto se fue diluyendo y también fue destituido. César Negredo se encargó de dirigir al equipo hasta el final y salvarlo de la quema.

Una temporada después llegó el oasis en medio del desierto. Por primera vez desde 2014, el Decano luchaba por las posiciones altas de la clasificación. Pese a un inicio algo discreto con 18 puntos de 39 posibles, una impresionante racha de 22 encuentros consecutivos sin perder a los mandos de José María Salmerón le permitió campeonar. Sin embargo, el equipo se vino abajo en el momento crucial y Fuenlabrada primero y Mirandés después evitaron el regreso a la categoría de plata. Fue un año brillante en lo deportivo pero inestable en lo institucional, con impagos y una guerra civil entre directiva y cuerpo técnico que casi le cuesta el puesto al técnico almeriense.

A partir de ahí, de nuevo a la mediocridad. Alberto Monteagudo, con pasado como jugador albiazul, era el elegido para comandar un proyecto que apuntaba alto con los fichajes de Chuli o Morcillo, pero que se acabó convirtiendo en un fracaso rotundo. La participación en Copa del Rey, donde el Recre se cargó a Hércules y Fuenlabrada y fue eliminado por Osasuna en la prórroga con una actuación arbitral muy discutible, lo único rescatable de una temporada que se suspendió en abril por la pandemia del covid-19. No obstante, a tenor de los malos resultados, Monteagudo tampoco pudo acabar el año y Claudio Barragán ocupó su puesto en febrero.

Aunque su llegada no se convirtió ni mucho menos en un revulsivo, la directiva decidió renovar su confianza en el técnico de Manises para la 20/21. Y si parecía que no se podía empeorar lo de la campaña anterior, llegó el desastre absoluto. Barragán fue relegado del cargo en enero y Antonio Calle subió desde el filial para tratar de reconducir la situación sin éxito. El equipo acabó consumando su descenso a Segunda Federación y lucharía por no hacerlo dos veces. Ahí llegó Carlos Pouso. Y tampoco funcionó. De hecho, el riojano perdió siete de los ocho partidos de la segunda fase y solo pudo ganar el último a un Lorca Deportiva que, como el Recre, ya estaba descendido.

Ni siquiera en las catacumbas del fútbol pudo acabar la temporada el entrenador. Alberto Gallego consiguió el objetivo del ascenso con cierta solvencia y, sin embargo, propició su salida antes de tiempo. Una serie de contratiempos en el vestuario motivó su dimisión el miércoles santo de 2022. Esta vez, con el ascenso en el bolsillo, el club optó por una mera figura transitoria en Jaime Díaz, hasta entonces entrenador del filial, para dirigir los dos choques restantes ante Cabecense y Tomares.

Una etapa de estabilidad

El ascenso a Segunda Federación trajo consigo el aterrizaje en Huelva de un entrenador joven pero con cierto bagaje en una categoría más alta. Abel Gómez, que había colgado las botas apenas un par de años antes, salvó al Atlético Sanluqueño de descender en la segunda vuelta y estuvo a punto de obrar el milagro con el Rayo Majadahonda metiendo al equipo madrileño en playoff.

El Decano apostó por el granadino y la jugada salió redonda. Con sus más y sus menos en cuanto a juego, Abel superó el escollo de la destitución gracias a un gol de Adri Arjona de falta directa. Solo el intratable Antequera de Luis Alcalde evitó el ascenso directo, y el Recre aprovechó la ventaja que otorgaba ser segundo para amarrar el ascenso en la promoción.

El estreno del club en Primera Federación se saldó con un notable pese a perder la ventaja de siete puntos con el playoff que llegó a tener en el mes de enero. La falta de gasolina y el ruido institucional con la sentencia de enero del 2024 provocó que el equipo se despeñara en la segunda vuelta.

Aun así, Abel Gómez entró en un selecto club junto a Sergi Barjuán, Lucas Alcaraz y Marcelino García Toral, convirtiéndose en el cuarto entrenador en el siglo XXI en completar dos temporadas consecutivas al frente del Decano.

Lamentablemente, su periplo en Huelva acabó cuando el club decidió poner fin a su contrato el pasado mes de diciembre con la derrota en casa ante el Marbella. Los albiazules acababan el año a dos puntos de la permanencia y la tarea de la salvación se encomendó a Iñigo Vélez. Nuevamente, sin fortuna.

Tras un inicio ilusionante, con empate en Ibiza y cuatro puntos en casa ante Atlético de Madrid B y Ceuta mostrando buenas sensaciones, el efecto gaseosa propio del cambio de entrenador se disipó. El cuadro onubense solo fue capaz de ganar dos partidos más (Hércules y Yeclano) y la nueva propiedad trató de dar un giro de timón a última hora. Pero ya era demasiado tarde.

A Raúl Galbarro le tocó todo un marrón -pese a que él mismo lo niega categóricamente- y no hizo falta ni esperar a la última jornada para consumar el descenso. Ahora, con todo el mes de junio por delante, toca dar el primer paso con la búsqueda de un entrenador que se adecúe a las características del club y, sobre todo, no le queme el banquillo de un Nuevo Colombino que empieza a ser una picadora.

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