Ensayos clínicos en oncología: ¿Dónde están las mujeres?

Las mujeres siguen infrarrepresentadas en los ensayos clínicos oncológicos; comprometiendo la eficacia, la seguridad y la calidad de los tratamientos que se les ofrecen

Una enferemera administrando un tratamiento en la Unidad de Ensayos Clínicos de un hospital de Barcelona.
Una enferemera administrando un tratamiento en la Unidad de Ensayos Clínicos de un hospital de Barcelona. / Archivo
Dra. María José Sánchez Pérez. - Profesora y Responsable de Consultoría e Investigación de la Escuela Andaluza de Salud Pública. Directora del Registro de Cáncer de Granada. Directora científica del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada (ibs.GRANADA)

23 de junio 2025 - 08:36

Aunque las mujeres soportan una parte muy importante de la carga global del cáncer, no participan en los ensayos clínicos en proporción adecuada. Un estudio que analizó 149 ensayos que respaldaron la aprobación de 127 medicamentos oncológicos por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos) entre 2014 y 2019 encontró que solo el 39,7 % de los participantes eran mujeres. En cánceres como los de hígado o tiroides, la brecha es aún más profunda.

El caso del cáncer de pulmón no microcítico es igualmente preocupante: una revisión de 269 estudios publicados entre 2010 y 2020 mostró que menos del 39 % de los participantes eran mujeres, y aunque en los últimos años ha habido una mejora leve, la desigualdad persiste en todos los tipos de estudios y etapas del tumor.

Y hay más: solo un 0,5 % de los más de 89.000 ensayos oncológicos revisados compararon de forma explícita los resultados entre hombres y mujeres. Cuando lo hicieron, en el 42 % las mujeres obtuvieron mejores tasas de respuesta o supervivencia. ¿Cómo podemos avanzar hacia una medicina personalizada si seguimos ignorando estas diferencias?

¿Por qué ocurre esto?

Una de las razones más habituales es la exclusión sistemática de mujeres embarazadas o en edad fértil, a menudo sin una justificación científica sólida. Se trata de una práctica que limita gravemente la generación de conocimiento útil sobre medicamentos que luego se usan de forma habitual también en mujeres.

Pero hay otras barreras más profundas, muchas de ellas sociales y estructurales. Las mujeres con cargas familiares, las que viven en zonas rurales o pertenecen a minorías étnicas encuentran dificultades añadidas para participar en la investigación clínica. Falta de información clara, desconfianza en el sistema sanitario, ausencia de redes de apoyo o medidas conciliadoras... Todos estos factores pesan. Y mucho.

Además, quién lidera los estudios también influye. Un análisis de casi 40.000 ensayos oncológicos mostró que solo el 27,7 % estaban dirigidos por mujeres. Sin embargo, cuando ellas lideran, la representación femenina en los estudios es significativamente más equilibrada. Promover el liderazgo femenino en ciencia no es solo una cuestión de equidad profesional: es también una forma de mejorar la calidad del conocimiento que generamos.

¿Qué se puede hacer?

La infrarrepresentación femenina no es inevitable. Es el resultado de decisiones —a veces conscientes, a veces no— que pueden y deben cambiarse. Algunas claves para avanzar:

  • Eliminar criterios de exclusión arbitrarios, como el embarazo potencial, salvo que exista una justificación clínica clara.
  • Fomentar el liderazgo de mujeres en la investigación oncológica.
  • Exigir análisis desagregados por sexo y publicar los resultados diferenciados.
  • Reducir las barreras de acceso a la participación: facilitar información comprensible, ofrecer horarios flexibles, compensar gastos de transporte o cuidado, y generar confianza desde lo comunitario.

Porque no basta con que haya mujeres en los ensayos clínicos: hay que entender cómo responden, cómo metabolizan los tratamientos, qué efectos secundarios presentan y qué factores influyen en su experiencia como pacientes.

Ni lujo ni favor: necesidad científica

Incluir adecuadamente a las mujeres en los ensayos clínicos no es un lujo, ni un gesto amable. Es una exigencia de justicia sanitaria y de rigor científico. Sin ellas, los datos están incompletos. Y cuando los datos están incompletos, los tratamientos también lo están.

Si de verdad queremos avanzar hacia una medicina más precisa, más útil y más humana, tenemos que dejar de invisibilizar la experiencia femenina en la investigación clínica. La ciencia no puede permitirse seguir mirando hacia otro lado.

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